No fue la superioridad de las armas, no fueron las tácticas militares. Tampoco fue la política de alianzas con los enemigos.
Fue un virus.
Una epidemia fue lo que destruyó un imperio.
La epidemia de Tenochtitlán.
Cuando Cortés llegó al principio a Tenochtitlán logró someter psicológicamente a Moctezuma y convencerle de que pusiera a México bajo el reinado del Rey de España. Como el déspota mexica estuviera a punto de hacerlo, el pueblo lo asesinó a pedradas. El heredero al trono era Chimalpopoca, pero como él también pensaba someterse a los españoles, fue muerto durante la llamada Noche Triste por los sacerdotes, que llevaban tiempo siendo dirigidos por Cuitláhuac, quien estaba dispuesto a expulsar a los españoles junto con todos sus aliados.
Cuitláhuac demostró que los españoles no eran invencibles y les puso una paliza tan tremenda que dejó llorando a Cortés. Los españoles fueron expulsados de Tenochtitlán y tuvieron que huir a Tlaxcala.
La desgracia mexica fue que los españoles habían dejado la viruela en su ciudad. La epidemia mató a más de la mitad de la población en poco tiempo. Alcanzó después de 40 días a Cuitláhuac, quien tenía la capacidad y voluntad de volver a derrotar y ahora exterminar a los españoles si se les ocurría volver.
La viruela mató finalmente a Cuitláhuac. Después debía reinar Axopacatzin, otro hijo de Moctezuma. Éste era, igual que su padre, un débil psicológico que quería hacer la paz con los españoles, es decir, entregarles el reino. Pero esta vez Cuauhtémoc lo mató y tomó el mando, pues a pesar de la epidemia no creía que los españoles pudieran imponerse.
Pero la epidemia fue una tragedia más letal de lo que nadie hubiese imaginado. Los españoles se dieron cuenta de cómo tal desgracia diezmó a la ciudad y se decidieron a atacarla un año después, cuando las calles estaban llenas de cadáveres. Aún así y a pesar de contar con bergantines que pusieron a rodear la ciudad en sus lagos, además de la artillería y los cañones, los españoles no pudieron penetrar la ciudad. Entonces la cercaron y cortaron el suministro de alimento y agua para que muriesen de sed y hambre los que no de viruela. Tres meses así estuvieron antes de penetrar la ciudad y capturar a Cuauhtémoc, el último tlatoani.
La toma dé Tenochtitlán no ocurrió porque los españoles fueran más fuertes en lo militar, sino inmunológicamente.
La viruela fue más allá de Tenochtitlán cobrando vidas y despoblando el continente durante un siglo y medio.
Fuentes:
Códice Florentino, libro XII
Cartas de Relación de Hernán Cortés, 2a y 3a.
Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo.
Imagen extraída del Códice Florentino.