Esta es la historia de mi vida, que generalmente cuento cuando estoy en Prashanti Nilayam. Baba me invita a hacerlo y yo lo hago a pedido de ustedes. Es sólo debido a la gracia de Dios que hoy estoy aquí vivo, sano y salvo.
Yo fui una persona bastante rica (el Sr. Larsson fue un actor conocido en Suecia en su juventud) y entré en el movimiento de Meditación Trascendental del Maharishi Mahesh Yogi cuando tenía 19 años. Fui su secretario, su masajista y custodio, lo cuidaba de noche. En 1975, tuvimos una diferencia de opinión debido a ciertas circunstancias, cuando comenzó a cobrar grandes sumas de dinero por cierto curso de Meditación Trascendental. Me pareció que esto no era correcto y se lo dije, pidiéndole que lo cambiara o no lo diera. Le di cuatro días para que lo pensara y luego lo volví a ver. El dedujo que yo estaba equivocado y que él tenía razón. No estuve de acuerdo con sus prácticas por lo que sentí que debía dejarlo.
Tuve una relación muy cercana con el Mahesh Yogi y él representaba para mí la Verdad. La Verdad era sumamente esencial para mí y siempre lo había sido. Es decir, la verdad que era posible encontrar en Occidente en esa época. Como sentí que Mahesh Yogi no había mantenido la verdad, tuve que dejarlo. Le di el último masaje, le besé los pies y me fui.
Sumamente decepcionado por lo sucedido con el Mahesh Yogi y lleno de enojo volví a Suecia, y a manera de castigo por mis pasados esfuerzos espirituales, hice más dinero y me volví más rico que nunca. Decidí que quería vivir en un "país religioso" y entonces emigré a Sri Lanka, donde compré una gran extensión de tierra en el distrito de Batticalou, cerca de Eravur. Construimos villas en la playa. Había construido cerca de 40 villas en ese momento, pero para conseguir el permiso y los materiales necesarios tuve que hacer todo lo que estaba en contra de mis principios y sobornar a todo el mundo, desde el mozo hasta el Primer Ministro. ¡Este era el "país religioso" donde yo esperaba encontrar la verdad! Mis ideales se estaban destruyendo cada vez más en el mundo, mis ilusiones habían desaparecido y me encontraba sumamente deprimido en mi vida cotidiana. Tenía el hábito de caminar por la playa al amanecer y al atardecer, pensando en mi vida.
Una mañana, mientras paseaba por la playa, el mar arrastró hasta la orilla los cadáveres de tres jóvenes pescadores. Al verlos tirados en la arena, se me representaron las tres "gunas" o cualidades en equilibrio: "Satwa", la pureza, "Rajas", la actividad y "Thamas", la inercia. Cuando tenía 6 años, estuve a punto de ahogarme y me sacaron del agua inconsciente y me revivieron. Cuando vi a estos muchachos algo me tocó profundamente y decidí terminar mi vida. Pensé: "Ese es el fin". Muy temprano en la mañana le pedí a Dios: "Oh Dios, si Tú existes, ven y sálvame".
Yo no sabía nada de Sai Baba. A la mañana siguiente, llorando y rezando, en mi estado de confusión, invoqué a Jesús, a Alá, a Buda, a Mahoma, pero nadie acudió, no hubo respuesta. Desesperado, comencé a caminar hacia el mar. Me interné unos 70 metros y sentí que la arena me succionaba. Un hombre con el pelo crespo y abundante, vestido sólo con una falda o "dhoti", de la cintura para abajo y mostrando un abdomen redondeado, comenzó a hacerme señas. Yo pensé que era algún vendedor que a menudo recorre las playas y les vende a los turistas. Le grité enojado: "¡Vete!" Pero él siguió haciéndome señas de que volviera a la orilla. Me enojé más, pero él no desistía, hasta que finalmente lo ignoré y seguí internándome en el mar.
De pronto, sentí una mano poderosa de alguien que me tomaba del cuello y de los hombros y me empujaba hacia la orilla. Luego me levantó y me llevó hasta una cabaña.
Una vez en su interior, observé que la cabaña estaba vacía, salvo por un gran cuadro de un hombre de una voluminosa cabellera tipo "afro", vestido con una túnica roja. Se parecía a la persona que me había rescatado, que se paró al lado del cuadro, y señalándolo dijo: "Sai Baba, ve con El".
Volví corriendo frenéticamente al hotel donde me hospedaba y, sin aliento, le pregunté al recepcionista: "¿Quién es Sai Baba?". Con mucha calma e inmutable, como si lo que dijera fuera algo de lo más común dijo: "Es Dios". Elevando la voz y atónito le dije: "¡¡¡¿Dios?!!!". "Sí", dijo él con toda naturalidad mientras tomaba el teléfono y marcaba un número. Yo pensé: "¡¡¿Lo está llamando a Dios?!!" El consiguió otro número y allí le informaron dónde se encontraba Baba.
Subí a mi cuarto, empaqué algo de ropa y salté a un taxi para ir a Colombo, donde saqué unos cheques de viajero. El gerente del Banco y el cajero me dijeron: "¿Así que va a ir a ver a Sai Baba?". Yo dije: "¿Qué? ¿Cómo lo saben?". Creí que me estaba volviendo loco.
En el aeropuerto, el oficial de inmigraciones tomó mi pasaporte y le pegó una enorme estampilla, haciendo un fuerte ruido que sonó claramente como "Ba-Ba". Lo miré totalmente desencajado y con la boca abierta.
Volé hasta Madrás y luego a Bangalore. Allí tomé un ómnibus que estaba lleno de gente. Me ubiqué en el único asiento que sospechosamente quedaba vacío. Una señora subió al ómnibus y me dijo: "Usted está en mi asiento". Yo le dije: "No". Mi persistencia no sirvió de mucho porque me arrojaron del ómnibus. En Suecia (y en Sri Lanka) pagamos los boletos una vez que subimos, así que no sabía que había que reservar el asiento. Subí nuevamente al ómnibus y nuevamente me sacaron. Ahora estaba totalmente lleno. De alguna manera me las arreglé para subir de nuevo y le dije al chofer a los gritos: "¡No me va a sacar de aquí otra vez!". Después de mucho discutir, finalmente cedió y dijo que me podría sentar en el "horno". En ese momento la temperatura afuera era de 32 grados y en el interior de casi 50. El "horno" era el motor, que estaba abierto y era visible desde adentro del ómnibus en esa época. Permanecí sentado allí durante 160 kilómetros, separando bien las piernas, que hervían de calor.
Debo decirles que mi aspecto debía resultarles muy extraño a los demás pasajeros, porque todos me miraban con la boca abierta. Yo llevaba unos anteojos de sol muy grandes, que estaban de moda en ese entonces (que hoy sólo usan las mujeres), un gran sombrero de paja, una remera bien corta, que dejaba mi estómago al descubierto y unos shorts. Así llegué a Puttaparti.
Me bajé del ómnibus caminando con las piernas abiertas, debido a las ampollas y quemaduras, y llegué hasta la Accomodation Office. Allí se me dio la llave de mi cuarto y me dijeron que fuera a los edificios West. Esto fue en 1978, cuando había unos pocos edificios en Puttaparti.
Abrí la puerta del cuarto y no había nada en él más que los restos de una escoba india desparramados por el piso.
Tengan en cuenta que yo estaba acostumbrado a vivir en hoteles lujosos, comiendo la mejor comida y, en general, viviendo como un rey.
Volví corriendo a la Accomodation Office y le grité al encargado: "¡Señor, alguien se robó todos los muebles de mi cuarto!".
El hombre, con toda calma, me contestó: "Señor, usted no ha venido para el confort del cuerpo, sino del Espíritu".
Entonces fui para el Darshan. Baba salió del otro lado de la estatua de Ganesha, vino hacia mí, me miró y dijo: "Así que por fin llegaste. ¿De dónde vienes?".
"De Suecia", le contesté. "¿Suecia?", dijo El, "No, vienes de Sri Lanka".
Al día siguiente volví al Darshan y a mi izquierda se sentó un leproso. Le faltaban algunos miembros, la mitad de la cara, estaba sucio y tenía olor a orina. Me dirigí enojado al hombre que estaba del otro lado y le dije: "Señor, por favor saque a este hombre de al lado mío." El hombre sólo dijo: "Sai Ram".
En las sesiones de Meditación Trascendental los asientos de adelante siempre estaban reservados para reyes y príncipes, gente VIP, miembros del Parlamento, etc. y a los pobres los ocultaban atrás de todo. Yo no estaba acostumbrado a esto. Salió Baba y yo pensé: "Oh, ahora viene a hablarme". Efectivamente, se dirigió hacia mí, me miró, se inclinó, lo tomó al leproso, lo levantó y le dijo: "Ven".
El leproso fue el único que tuvo entrevista ese día.
Yo estaba conmocionado y avergonzado. Volví a mi cuarto, me duché y lloré toda la noche. Lloré de vergüenza. No sólo me había salvado la vida (en ese momento todavía no había aceptado que el hombre de la playa había sido Baba), sino que Baba había lavado todas mis impurezas. Volví a Sri Lanka y fui corriendo hasta la cabaña donde me había llevado mi salvador. Golpeé la puerta y salió una mujer. "¿Puedo hablar con su hijo?", le pregunté.
"Yo no tengo ningún hijo", contestó. "¿Su esposo?" le repliqué. Pero ella dijo: "No tengo esposo". Seguí insistiendo: "El hombre con una gran cabellera vestido de rojo". Ella simplemente sacudió su cabeza. Yo todavía no estaba seguro de quién había sido este hombre. Recién años más tarde Baba me confirmó que había sido El quien me había rescatado en la playa.
Muchos años después, luego de una de mis visitas a Swami, volví a Suecia. En esa época estaba criando caballos de carrera y durante un incidente me pisoteó un caballo y me lesionó la rodilla izquierda. Me llevaron a un hospital y me enyesaron la rodilla. Estando allí, unos amigos me pidieron que llevara a un grupo a ver a Swami. El doctor dijo que eso era imposible y que no podría volver a caminar hasta dentro de 6 meses. Mis amigos insistieron, así que decidí ir con ellos llevando muletas. Me senté en el darshan con la pierna estirada temeroso de que alguien la tocara. Por supuesto que cada uno que pasó me pateó la pierna.
Swami llamó a nuestro grupo a entrevista. Yo fui con mis muletas. En la entrevista Swami me dijo: "Levántate sin las muletas". Yo protesté y le dije: "¡No!".
El dijo: "¡Levántate!", y lo volvió a repetir por tercera vez. De alguna manera me levanté y cuando lo hacía, sentí una corriente de energía desde mi pierna pasando por el cuerpo y llegando hasta la cabeza. Pude caminar normalmente y, sin darme cuenta, empecé a bailar a mi alrededor como un tonto, gritando: "¡Puedo caminar, puedo caminar!". Cuando salimos del cuarto de entrevistas, levanté las muletas bien alto sobre mi cabeza para que todos las vieran.
Algunos años más tarde, en una entrevista, Swami me preguntó: "¿Qué haces?". Yo le dije: "Construyo casas y las vendo". El dijo: "Eso no está bien".
Al día siguiente, nuevamente repitió la pregunta y yo le contesté lo mismo, y esto se repitió al día siguiente también. El reiteró la pregunta, yo le di la misma respuesta y le dije: "Si esto no está bien, ¿qué debo hacer?".
El dijo: "Deshazte de todo". Yo le dije: "¡No!".
El repitió sus instrucciones y nuevamente yo le dije: "¡No!". Otra vez me repitió lo mismo y otra vez le dije: "¡No!". Después de mucha persuasión, de pronto comprendí que El quería sacarme los apegos para que me dedicara totalmente a Dios y lo acepté. Le pregunté a Baba a quién debía darle mis propiedades. El me miró como si nada y levantando las cejas, me dijo: "A cualquiera".
Fue a Sri Lanka y a la primera persona que vi cuando volví lo llevé hasta mi abogado, le hice firmar los papeles y le entregué todos mis bienes. En ese momento se convirtió en millonario, ya que mi patrimonio ascendía a 22 millones de dólares. Entonces pensé: "Ahora Baba me va a tener como su secretario, para hacerle masajes y para cuidarlo, como había pasado con el Maharishi, y viviría así hasta el resto de mis días.
Volví a Prashanti Nilayam y durante varios días Baba me ignoró por completo. Al cabo de un tiempo me llamó, le habló primero a varias personas mientras me miraba de arriba abajo, así que supuse que vendrían problemas. Finalmente, me llamó a entrevista privada. Entonces me dijo: "Ahora vuelve a casa". Quedé conmocionado. Lo miré y le dije enfáticamente y en voz alta: "¡No!".
El repitió sus instrucciones y nuevamente le dije: "¡No!". El volvió a repetir lo mismo y entonces le dije: "No, Baba. Tú me dijiste que me deshiciera de todo. Doné un patrimonio de 22 millones de dólares y ahora no tengo un centavo a mi nombre. ¿Cómo puedo irme a casa?".
El dijo: "Debes irte a casa. Tengo trabajo para ti".
Yo pregunté: "¿En Sri Lanka?". Y El dijo: "No, en Suecia".
"¿En Suecia?", dije. "¿Cómo voy a ir? No tengo nada".
El dijo: "Yo me ocuparé".
Luego agregó: "Vuelve y recibirás una llamada telefónica de una mujer. Cualquiera sea su tercera pregunta, deberás decirle que sí".
Baba me proveyó un pasaje a Suecia donde todavía me quedaba un pequeño departamento a mi nombre. Como no tenía nada en particular que hacer más que esperar la llamada, pasé mis días solo y cantando bhajans. Mis vecinos, al escuchar estos cantos extraños, empezaron a sospechar que me había vuelto loco. Al tercer día, me llamó una mujer por teléfono. Su tercer pregunta fue: "¿Puedo ir a verlo con un amigo?". Yo le dije: "Sí".
Ella llegó con un muchacho, cuyos ojos le daban vueltas y que tenía los brazos flojos, obviamente drogado. La mujer me explicó que se había enterado que yo había estado con Sai Baba y que quería que la ayudara en su trabajo, que consistía en tratar de estabilizar y reformar a criminales peligrosos y drogadictos. Al final del día, ella se fue y dejó al muchacho a mi cuidado. Yo no tenía idea de qué hacer con él. Se había quedado dormido y cuando se despertó, le pregunté si quería contarme la historia de su vida. Era la historia usual de un niño que había sufrido abusos y que había terminado cayendo en la delincuencia. Cuando terminó su historia, le dije: "¿Te gustaría ahora escuchar mi historia?". El dijo que sí y entonces yo le conté la misma historia que les estoy contando ahora a ustedes.
Este es el método que uso ahora para rehabilitar a estos hombres y muchachos. Si después de contarles mi historia, ellos se quiebran y lloran, entonces sé que están listos para que los ayude y los lleve a Swami, quien los transforma por completo.
Este es ahora mi trabajo. Hoy estoy a cargo de un instituto, que toma casos prácticamente sin solución de criminales y drogadictos de cárceles y centros de rehabilitación, cuando sentimos que están preparados luego de un período de prueba con nosotros. Algunos de estos hombres y muchachos son criminales muy peligrosos a los que mantienen bajo vigilancia especial.
Cuando llegan, yo me encierro con ellos y les pido que me cuenten la historia de su vida. Una vez que terminan, les preguntó si quieren escuchar mi historia. Si dicen que no, entonces sé que no están listos para el cambio y los devolvemos a la custodia policial. Es así como los elegimos y transformamos sus hábitos.
Nota: Conny continúa manejando su centro de rehabilitación en Suecia entre otras muchas actividades. Muchos de los internos de Conny están muy dedicados a Baba, quien los ayuda en su transformación interior.
Tomado de www.saionline.org, Sección: Essays: "God's Little Clown".
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De acuerdo a información recogida en Internet, este año se publicó el libro "God's Little Clown" con las experiencias de Conny Larsson en Suecia y Alemania, y está por aparecer su versión en inglés. También se indica que próximamente comenzará a producirse en EE.UU. una película basada en esta historia.
Tomado de charlas dadas por el autor en Prashanti Nilayam en 1997.