SATHYA SAI ANANDAM
SATHYA SAI ANANDAM: EL GITA DE SAI BABA - CAPÍTULO IV. INDAGACIÓN INTERIOR. EL CAMINO DE LA SABIDURÍA

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miércoles, 31 de julio de 2024

EL GITA DE SAI BABA - CAPÍTULO IV. INDAGACIÓN INTERIOR. EL CAMINO DE LA SABIDURÍA

EL GITA DE SAI BABA

EL CAMINO DE LA AUTOREALIZACIÓN Y

LA LIBERACIÓN EN NUESTRA ERA

DIVINOS DISCURSOS

Bhagavan Sri Sathya Sai Baba

Prashanti Nilayan

Compilado y editado por Al Drucker

CAPÍTULO IV. INDAGACIÓN INTERIOR. EL CAMINO DE LA SABIDURÍA

La meditación es la práctica asidua e ininterrumpida de contemplar a Dios. Ésta es la acción espiritual más importante que enseña el Gita. Pensar en Dios de vez en cuando no es meditar. Meditar es pensar en Dios todo el tiempo, bajo cualquier circunstancia, haciendo de ello un proceso incesante, continuo.

Encarnaciones del Amor:

Recordar a Dios en todo momento es el método que los mantiene volcados hacia su interior, unidos al Dios interno. Es a esto que llamamos meditación. Las prácticas que realizan periódicamente son ejercicios de concentración. Dichos ejercicios se enfocan en un objeto y están asociados a un lugar ya horario determinados. En cambio la auténtica meditación es continua. No tiene que ver con ningún objeto ni fenómeno, y se extiende más allá de un lugar y horario particulares. Por consiguiente, la descripción de la meditación en el Gita rebasa cualquier otro tipo de ejercicio que se realice periódicamente.

Existe sin embargo una práctica espiritual superior a la meditación. La máxima práctica es el desarrollo de la sabiduría. La sabiduría se deriva de la indagación interior y consiste en hurgar en la naturaleza profunda de las cosas. Si indagan con fe, se acercarán poco a poco al estado de paz y dicha suprema. Es la meta por excelencia de la vida humana, misma que un día toda la humanidad alcanzará.

Las tres etapas del camino de la sabiduría

Para alcanzar el estado de paz interior, comiencen por indagar lo que yace en el fondo de cada cosa. La indagación interior es la primera etapa del camino de la sabiduría. Más tarde deberán utilizar la profunda visión que han adquirido, aplicando la enseñanza espiritual en cada minúsculo aspecto de la vida. Esta sería la segunda etapa. Si continúan su práctica con determinación, en su momento alcanzarán la realización y podrán disfrutar de dicha eterna. Tal sería la tercera y última etapa del camino de la sabiduría.

La primera etapa se puede comparar al tiempo de estudiantes. Como estudiantes y buscadores espirituales están activos adquiriendo conocimiento. En esta etapa indagan las causas de todo lo que ocurre en el universo. Se empeñan en desentrañar el significado profundo de aseveraciones como: 'Yo soy eso', donde 'eso' se refiere al eterno principio que llamamos Dios; y 'Yo' hace referencia al ser inmortal, la realidad de cada ser. En la primera etapa intentan desentrañar la afirmación de que su Yo supremo y Dios son uno y el mismo, y buscan la unidad como trasfondo de todas las cosas.

Así, comienzan por buscar la unidad que subyace a todo lo existente. Una vez conscientes de ello, aplican esta gran verdad en cada una de las actividades que realizan. La segunda etapa puede compararse al periodo en que ejercen libremente su profesión. Si no se recibieron con calificaciones sobresalientes, no logran adquirir un estatus alto. Por eso en la primera etapa se dedican a adquirir una buena educación y a acumular conocimiento para, más adelante llevarlo a la práctica en su trabajo. La tercera etapa puede equipararse a la última parte de la vida, cuando se jubilan y dejan de trabajar.

Reciben su pensión sólo después de completar cierto periodo de trabajo activo. Para empezar, no inician su vida de trabajo hasta después de completar su educación y adquirir un título. Esas son las tres etapas: la primera, cuando son estudiantes; la segunda, cuando ejercen su profesión, y la tercera y última, cuando se jubilan.

De manera semejante, en el camino de la sabiduría, comienzan como buscadores; después se vuelven practicantes, y finalmente llegan a ser iluminados. En dicha etapa, disfrutan de paz mental, pues toman conciencia de la unidad que subyace a la creación.

Para que su paz y dicha interior sean permanentes, primero tienen que pasar por la etapa de la indagación y eliminar todos sus apegos mundanos. Hoy en día, los que se llaman a sí mismos buscadores espirituales están en el apego; y sólo después intentan pasar a la etapa de la indagación. Se llaman uno a otro de 'hermanos' y aspiran a vivir la unidad, mientras al mismo tiempo continúan atándose a nuevos apegos. A lo mucho, pueden ser considerados devotos de medio tiempo. El Gita no consiente la devoción de medio tiempo; nos enseña a rendirnos totalmente, ofreciendo todo lo que tenemos y somos a Dios.

Dios es amo del tiempo

Para poder entregarse completamente deben de tomar conciencia del tiempo y cómo ejerce su poder cambiante sobre todas las cosas. Mas no tiene poder alguno sobre Dios, su amo. La divinidad no está supeditada al tiempo, ni existe bajo su influjo, antes mantiene el tiempo en su control. El único que está sujeto al tiempo es el ser humano. El que trasciende el tiempo es Dios. Mortal es el hombre; inmortal es Dios. Cuando se refugien en la divinidad, trascenderán el tiempo. El tiempo va consumiendo al hombre, en tanto que Dios consume el tiempo. Del tiempo depende el progreso o declive del hombre, a lo largo del cual éste se eleva hacia el bien o se hunde en el mal, con base en su merecimiento o demérito acumulado. De ahí que las antiguas escrituras recen lo siguiente:

Oh, Dios, eres la encarnación del tiempo. Ayúdame a santificar mi vida y a transcurrir mi tiempo pensando en ti, para aspirar con certeza a alcanzar tus pies de loto.

 

El mundo entero está entrampado en las garras del tiempo, sin poder combatirlo. El tiempo no espera. El tiempo los ata y no lo pueden desatar. El tiempo es comparable a un río caudaloso, en el que todas las criaturas vivientes son arrastradas en su caudal. Si los arrastra la corriente, no pueden buscar protección o refugio en otra persona que también esté siendo arrastrada. Ustedes, así como las demás personas y objetos en quienes buscan afianzarse están siendo arrastrados por la corriente del tiempo. Si buscan seguridad en otra cosa que también es arrastrada, es como el ciego que guía a otro ciego. Al final, ambos se pierden. Pero si acude en su ayuda alguien que está a resguardo en la orilla, con seguridad se salvarán.

El que permanece en el margen y no es arrastrado por la corriente del tiempo es Dios. Si toman refugio en el Señor, quedan liberados de los problemas y dificultades asociados al tiempo. Dios se ha pronunciado sobre la entrega, enfatizando su importancia así: "¡Hombre!, el tiempo te está arrastrando irremisiblemente. El único que puede resguardarte soy Yo. Refúgiate en mí, y te salvaré." Cuando acaten esta orden suprema y ofrezcan su persona, sus riquezas, sus propiedades, su familia entera a los pies del Señor, y se rindan por completo, serán salvados.

El velo de la ilusión

Al inicio resulta muy difícil aquilatar el fundamento de la entrega, porque existe un velo entre ustedes y Dios. Dicho velo hace que los asalten fácilmente las dudas y la confusión; lo que reduce su ardor para entregarse por completo. Es el velo es la ilusión. ¿Qué significa? La ilusión alude a aquello que no existe. Cuando están bajo el influjo de la ilusión, piensan que lo que no existe, existe, y que aquello que existe, no existe. La verdad es que todo aquello que cambia no existe realmente; no es verdad. Lo único que siempre existe, es verdadero e inmutable es Dios, el uno sin segundo. Cuando se percibe el mundo como separado de Dios, se ve como algo que cambia constantemente. Y puesto que cambia constantemente, no puede ser verdad. Por lo tanto, no existe realmente. Pero la cosa no es exactamente así.

Bajo el influjo de la ilusión, ven el mundo como algo separado de Dios. No ven que la divinidad es el principio inmutable que subyace a todo lo existente. En consecuencia, se asustan y se sienten incapaces de entregarse por completo. Es como ver una cuerda y tomarla por una culebra. Entonces se alteran pensando que hay una culebra, cuando en realidad no la hay. ¿Cuál es la razón de su temor? Lo que suscita el temor es imaginar que hay cosas cuando en realidad no existen. Dicho sentimiento es el responsable de todos sus problemas. Si vieran las cosas con la conciencia expandida, se darían cuenta de que no hay culebra, apenas una cuerda. Entonces no sentirían temor. No sentirían miedo de agarrarla y jugar con ella, porque se darían cuenta de que no es más que una cuerda.

Están sujetos a penurias porque se olvidan de que el mundo entero es el cuerpo de Dios, y no sólo se trata del mundo físico tal como lo ven. Lo miran desde el punto de vista fenoménico; pero no bajo los ojos de la indagación. Si miraran el mundo correctamente, lo percibirían como un río de caudal continuamente cambiante. El fluir ininterrumpido de los cambios es lo que caracteriza al mundo fenoménico. Pero inmanente al cambio -y que lo gobierna- está el principio divino, inmutable.

Equiparémoslo a un río. El agua del río fluye continuamente, dando la apariencia de un estable e interminable caudal. Sin embargo, en cualquier momento, en cualquier sitio del río, las partículas que corren saltarinas son siempre diferentes; unas son lodosas, otras contienen piedritas, otras son espumosas, otras son agua pura. Aunque el caudal es continuo, la configuración del agua está en conste cambio. Vemos pues, que el río es una combinación de elementos cambiantes con otros no cambiantes.

De manera semejante, los seres -que son expresión de la vida- nacen y mueren. Si bien ellos vienen y se van, el caudal de vida es un continuum. La vida que corre en forma continua puede ser considerada verdadera, mientras que los seres que nacen y mueren, y cambian constantemente, representan lo no verdadero. Entonces, los elementos cambiantes de la vida no son verdaderos, pero la vida en sí -caudal perenne cuya esencia es la divinidad- es la verdad.

El mundo como un río de cosas verdaderas y no verdaderas

El mundo se compara con un río en el que la realidad se ha asociado a lo no real, lo cambiante. Lo puedes considerar un caudal de verdades cambiantes, verdades condicionadas que no son totalmente verdaderas. El mundo es una combinación de verdad pura -la que se mantiene inmutable, sin cambio- y de eventos no verdaderos, que es lo que cambia constantemente. Las sabias enseñanzas describen dicha circunstancia de verdad-y-no verdad, o sea, de fenómeno híbrido donde se mezclan lo verdadero y lo no verdadero. La práctica espiritual es un proceso por medio del cual logran discriminar lo verdadero de lo que no lo es, para quedarse con la verdad. Se dan cuenta de que percibir al mundo como algo separado de ustedes y de Dios es una ilusión, o sea, no es verdad. Cuando llegan a verlo como lo no verdadero, dejan de ser presa del engaño, y la verdad -de que todo está en la unidad de Dios- les queda revelada.

La ignorancia, la naturaleza, la ilusión, la mente, la maya, son todos sinónimos. Constituyen el poder ilusorio de Dios. Creer que existen cosas que realmente no existen, y vivir bajo su influencia, es todo ilusión. Un santo lo resumió así: "Dios es verdad, pero el mundo es falso". Tienes que entender la aseveración correctamente. Lo que esto significa es que nuestra percepción equivocada y experiencia del mundo no es verdad. El mundo en sí, en lo esencial, es verdadero. Dios es la base inamovible del mundo cambiante. Cuando lo examinas con detenimiento, descubres que el mundo no es mundo realmente, es la divinidad misma.

Acójanse solamente a Dios

En el Gita, Krsna reconvino a Arjuna "Arjuna, te estás supeditando al elemento tiempo. Te estás dejando llevar por su corriente, y alejando más y más de mí. Entrégate a mí y tus pesares pronto desaparecerán." Cuando se asocian con Dios y permanecen junto a Él, la ilusión no los puede afectar. Escuchen lo siguiente:

En casa de los ricos casi siempre hay un perro guardián a la puerta para que nadie se acerque. Éste no es como los perros de la calle, sino que fue criado y entrenado por sus dueños con gran cariño. No le ladra a lo tonto a cualquiera que vea pasar. Sólo ladra cuando alguien se aproxima a la puerta y trata de entrar. Al verlo y escuchar los ladridos, la mayoría de los visitantes se alejan rápidamente. Otros, sin embargo, empeñados como están en ver al dueño, permanecen frente al portón, llamando a voces para ser escuchados. A la larga, al escuchar el barullo, el dueño se asoma desde el segundo piso para ver de quién se trata. Si son conocidos, baja a abrirles y hacerlos pasar.

Si se trata de un amigo del dueño y éste lo escolta adentro, el perro para de ladrar o tratar de atacarlo. Entiende que la persona es aceptada por su amo. La ilusión se puede comparar al can que impide que la liberación y la dicha crucen el umbral. Si un desconocido insiste en cruzar la reja, es atacado por el perro. Por miedo al acoso del perro, la mayoría de las personas se retiran. De igual modo, en cuanto sienten dificultades en el camino espiritual, la mayoría de los buscadores abandonan el camino en lugar de intentar tenazmente en su empresa. En consecuencia, no alcanzan la meta y siguen siendo lastimados por la ilusión.

El verdadero devoto, que en nuestro ejemplo es el individuo determinado a ver al dueño de casa, no se amilana ante el can. Permanece a la reja llamando al dueño; y se planta a esperar hasta que aquél salga a recibirlo. Para los que insisten frente a la reja, los ladridos del perro y el dolor causado por la ilusión resultan incluso de ayuda, porque su pesar atrae la atención del dueño de casa, moviendo su compasión. Aquél vuelve la mirada hacia el devoto, lo reconoce y lo hace pasar.

En suma, únicamente el que es valiente y está decidido a esperar, aunque el perro ladre ferozmente, llegará a ver al dueño y podrá ingresar al palacio de la paz suprema.

Conquisten sus sentidos

Los cinco sentidos y objetos que perciben a través de ellos equivalen al can de la ilusión, que los distrae e impide llegar a Dios. Por eso Krsna le advirtió a Arjuna "Estás tan apegado a los objetos que te dejas llevar por las circunstancias. No has podido controlar los sentidos y lograr concentración. En consecuencia, no has podido establecer la divinidad en tu corazón. Sigue realizando tu práctica de volcarte hacia el Dios interno, que mora dentro. Conquistarás la concentración. Sólo cuando tu mente logre concentrarse, podrás entregarte a Dios. Piensa en Dios en todo lugar, a todas horas. Trabajes en lo que trabajes, piensa en Dios. Recuerda a Dios con amor. Recuérdalo con fe.

"Incluso en medio de una guerra, piensa primero en Dios, luego combate. Esta no es una guerra ordinaria, esta pelea no se libra entre individuos. Lo que estás combatiendo aquí son tus propias debilidades, tus malos hábitos, tus limitaciones y fragilidades. Con pensamientos de entrañable amor por la divinidad que mora en tu interior, libra tu batalla personal y gánala. Recuerda que no se trata de una batalla contra otros. Estás combatiendo tus propios sentidos. No cejes hasta no haber obtenido la victoria y conquistado tus sentidos hasta dominarlos."

En una era pasada, Prahlada le comentó de su lucha interior a su padre, el poderoso rey demonio: "Padre, has ganado muchas batallas y sometido numerosos mundos a tu señorío, mas no has podido obtener la victoria sobre tus propios sentidos. Al dominar los mundos externos a ti te volviste un poderoso rey, pero sólo cuando puedas controlar tus sentidos te volverás rey del universo. Si tus sentidos te siguen dominando, ¿cómo podrías aspirar a obtener una victoria duradera sobre tus enemigos externos? Cuando doblegas a tus enemigos internos, vencerás fácilmente a los externos."

¿Cuándo se hace esto posible? Cuando se rinden por completo a la divinidad. Ustedes suelen decir: 'mis objetos', 'yo mismo', 'mi gente'. Mientras defiendan esta concepción, no les será posible entregarse, porque todo ello no representa más que apegos en el mundo físico. Primero tendrían que dominar no sólo el mundo físico sino también el mental. Finalmente deberán ganarse la entrada al reino espiritual. Una vez que se rindan por completo e ingresen al reino espiritual, cada cosa cuidará de sí automáticamente, y no tendrán que cargar con ningún lastre ni necesidad.

Déjenle su carga a Dios

Cuando viajan en tren, además de llegar a la estación, deben pedirle a un maletero que cargue su equipaje o lo transporte de alguna manera. Si no hay nadie que ayude, lo deberán cargar ustedes mismos. Una vez en el tren, ya pueden soltarlo donde quieran y despreocuparse, pues el tren se lo llevará junto con ustedes. Pero hay tontos que se sientan en el tren portando la maleta sobre su cabeza. Así son los devotos a quienes Dios ya les dio su gracia, pero que aún dudan y prefieren hacer su propia voluntad. No se han entregado del todo.

Cuando se entreguen completamente a Dios y le ofrezcan absolutamente todo lo que tengan que hacer, incluyendo el cuándo y el cómo, el Señor se hará cargo. Para alcanzar dicho nivel de entrega, no puede haber traza de ego, ni puede quedar el mínimo 'yo'. Lakshmana, hermano de Rama, lo muestra de manera particularmente clara en el Ramayana.

Vayamos a la parte de la historia en que Rama, Sita y Lakshmana, exiliados en el bosque, pasaban por un área montañosa. Como gran actor que el Señor es, le complace hacer jugarretas. Por su naturaleza, al Señor le gusta hacer jugarretas; es el perfecto actor. El no experimenta pena ni dolor, pero en ocasiones disfruta haciendo como si los estuviera sintiendo. Cada vez que Dios desciende en forma humana manifiesta sentimientos para comportarse como humano entre los humanos y, así, la gente pueda relacionarse con Él. Aquel día, Rama -la encarnación de Dios- simuló estar muy cansado. Se enjugaba el sudor de la frente y le comentaba a su hermano: "Lakshmana, me siento muy fatigado. No creo poder dar un paso más. Por favor, monta una carpa en algún lugar para que descansemos."

Lakshmana entonces le preguntó: "Hermano, ¿dónde debo montar la tienda de campaña?", a lo que Rama respondió: "Decide tú el lugar y ármala ahí." Lakshmana, alterado, replicó: "¡Rama, Rama!, ¿qué hice mal; cuál fue mi error? ¿Qué pecado cometí para escuchar estas palabras? Dime, por favor, por qué me hablas así." Rama conocía exactamente lo que había en la mente de su hermano más, para que Sita viera el nivel de entrega de Lakshmana, continuó su simulacro y preguntó: "Lakshmana, por favor dime qué te está perturbando. ¿Qué fue lo que dije para que te sintieras tan lastimado?"

Lakshmana exclamó: "Renuncié a todo, a mi esposa, a mi madre, a mi padre, a mi reino, a todo. Vine contigo como si tú fueras mi padre y Sita, mi madre, y dondequiera que tú estés, para mí es la ciudad capital, Ayodhya. Vine para realizar tu voluntad; renunciando a la mía, ¿y ahora me pides que monte una carpa donde yo quiera? Tus órdenes son mi pensamiento. No tengo otro pensamiento. Haré lo que sea tu voluntad. Mi deber es obedecerte. Mi meta, mi todo eres tú. Dime dónde debo de montar la carpa." Sita se percató entonces de la profunda devoción y entrega de su cuñado. Se volvió hacia Rama y le pidió liberar a Lakshmana de su congoja, designando el sitio para montar la carpa.

Entréguense por completo a Dios

La moraleja de la anécdota es que el hombre no debería de tener otro deseo que no sea entregarse a Dios. Todo le pertenece a Dios y solamente a Dios. La entrega implica seguir las órdenes que el Señor les dé, y que son escuchadas cuando se lo ha instalado en el corazón. Entrega es lo que hay de fondo en la siguiente afirmación: "Ven, súbete al tren conmigo y Yo cuidaré de ti. Suelta tu ego y tus deseos. No sufras cargando tu equipaje."

En este contexto, Krsna enseñó que la entrega es la fase más importante de la devoción. Cuando se rinden por completo al Señor reciben su gracia: "Dondequiera que estén, sea una ciudad, un pueblo, el bosque o el cielo, Yo seré su refugio. ¡Vengan y entréguense a mí!" Es la invitación del Señor, y es también su promesa. Cuando se hacen suyos, Él los cuida y protege de todo mal.

Ahora bien, entregarse no significa abandonar su discernimiento. Deben distinguir el deseo de la genuina voluntad divina, y entregar sus deseos mundanos, ofreciéndoselos a Dios. Esfuércense para poder rendirse y con ello santificar su vida y alcanzar la meta.